martes, 4 de octubre de 2011

CONTRALUZ


Sus pies descalzos se enfriaban al contacto con el  suelo. Se acercó entre la penumbra hasta una de las paredes y dejó que la luz entrara a través de ella inundando la sala.


BAILAR.


Los movimientos ya no eran como antes y sus piernas le decían que debía tener cuidado o incluso parar; pero sentir de nuevo  aquel lugar y oír sus pasos rompiendo el silencio, la hicieron recordar. 
Recordó el momento en el que entró por primera vez allí, 30 años atrás.

Recordó su emoción y sus nervios por no fallar. De sueños cumplidos y de emociones por llegar. Pensando en  ser una gran bailarina, como sus profesoras habían sido, se imaginaba bailando para un público ficticio que se escondía tras las paredes y  la observaba fascinado. Sus recuerdos bailaban por su mente, como ella por la sala; sin ataduras ni censuras, libremente llegaban y se iban, flotaban suspendidos en la luz de la mañana y caían agotados por la penumbra

Sus movimientos la guiaban por las salas de la escuela, sedientos de recordar una vida de fantasías truncadas. Crecer en la profesión, la había llevado años de estudio y crecimiento como artista. Sus progresos se multiplicaban a lo largo del tiempo  o se esfumaban  tan rápido como habían aparecido. Necesitaba conocer, moverse, cambiar… sus estudios  progresaban dirigidos por un algo natural.

Sus años de esfuerzo y sacrificio buscando alcanzar su sueño, aparecían frente a ella nítidamente, creándola una sensación agridulce, esquivaba muebles y objetos sin saber bien porqué estaban allí. Ahorrando durante años, sin ningún tipo de capricho, para poder alcanzar su sueño, había supuesto para ella un gran esfuerzo. Se sentía desubicada. El cansancio se notaba en sus brazos, igual que entonces, minimalizando sus recuerdos felices.
Pero igual que sufrió, también disfrutó. Jugó entre esos espacios y conoció el amor. Su felicidad dio vida a su amado, que bailaba con ella acompañando sus movimientos en un espacio sin tiempo ni referencias. Para ella, supuso una aventura adentrarse, un cambio a todo lo vivido anteriormente, pero era en esencia algo propio de la naturaleza. La ilusión inocente del amor, de la alegría de lograr los objetivos y de vivir la vida como si fuera un juego.

El cansancio presente la recordaba momentos más difíciles que la apartaban de espacios y tiempos felices; la hacían volar, acercarse susurrando y aminorar la marcha. La música dejaba de oírse y su compañero desaparecía. Necesitaba hacer una parada en el camino, ayudarse de sus seres queridos, descansar y cuidarse, aunque su mente la pidiera continuar su cuerpo la ponía límites. El lugar la relajaba, igual que todos aquellos que durante años habían sido su hogar. Aún así, había algo inquietante en todos ellos, no podía simplemente dejarlo todo y reposar, no podía calmarse y dejar de recordar…


Se produjo entonces un intercambio, sus sueños e ilusiones fueron sustituidos por una vida aparentemente más calmada, aunque no lo fue así para ella. Nuevos elementos, nuevas ideas, acciones que antes ni siquiera habría pensado aparecieron. Tantos nuevos elementos fueron añadidos que la añoranza a momentos más tranquilos, terminó creando un estado de ansiedad e impulsividad, que la obligaba a mover, cambiar, revolver, ajustar, girar

Y así, llegó al recuerdo más amargo. Al final, la luz se fue apagando poco a poco, pero su cuerpo no se detuvo. A lo lejos le pareció ver una laguna y la buscó ansiosa, discutió con el aire, que no permitía a su cuerpo cansado ejecutar movimientos más precisos y se enervó al verse caer, al entrar en la oscuridad, bailando desesperada sabiendo que sería el último y, angelada, su contorno contrastaba con el color del espacio y con las sensaciones mezcla de tristeza y amargura, su cuerpo desapareció en la luz…






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